Hace unos años, logré quitarme una deuda de encima. Grande. Me tenía asfixiada. ¡Logré pagar la última cuota y yo estaba feliz! Justo ese día, tenía un taller con una entidad "muy seria". Cuando iba a reuniones en la compañía, notaba que era muy formal y serio el ambiente. Eran muy serios.
Estas dos situaciones juntas hacen una combinación desastrosa.
En mis 30 años de estar trabajando con grupos... lo que ocurrió ese día, fue único.
(Único = impactante. Único = que solamente ha ocurrido una vez.) También fue divertido.
Unos 20 minutos luego de iniciar el taller, hablando de las características de un buen orador, una señora levanta la mano y pregunta: "¿Qué tanto entusiasmo debe mostrar el orador?" Fue una fracción de segundo en la que quedé en shock. ¿Me río? ¿Me disculpo? ¿Le digo que es porque me liberé de una obligación financiera?
Permíteme aclarar algo:
Detesto estar en un evento con recreacionistas / animadores. Aquellos que dicen: ¡Todos de pie, todos a bailar, coge de la mano a la persona que encuentres sentada y tráela! ¡¡Horror!! Huyo. Me cuido de no ser así. Siempre inicio mis talleres con gran energía, para crear un ambiente agradable e interesante, pero nunca al estilo recreacionista.
Siempre debemos sentir gusto o pasión por aquello de lo que vamos a hablar en una presentación. Si tu tema no te inspira, no puedes pedirle a tu audiencia que se motive con tu mensaje. Puede ser que no te alegre dar una mala noticia, o evidenciar a tu jefe una meta no lograda, pero es importante ser enérgico o enfático al comunicarte en el mundo de los negocios.
Ese día cometí un pecado mortal de las presentaciones. Estaba demasiado contenta con mi gran sonrisa y entusiasmo por mi nueva libertad, cosa que generó rechazo en mi audiencia. ¿Cuál es la medida justa? Un escalón. Si tu público está parco, cerrado, reacio, desinteresado... lo recomendable es entrar a la conversación solo un escalón más arriba que ellos. Cuando ellos se alivianen un poco (descruzan los brazos e hacen una pregunta), significa que ya están en tu escalón. En ese momento, puedes avanzar al escalón siguiente.
Esto aplica para presentaciones, reuniones, conversaciones en familia... para TODO.
Y bien, hice una pausa de unos segundos en el tema del taller.
Miré a la señora, le sonreí suave y genuinamente, y dije, "¿Estoy demasiado contenta, cierto?". Le di las gracias por su pregunta, ajusté mi escalón, y continué. Una hora después (era un taller de 8 horas), se habían sumergido ya en la experiencia y disfrutaban de las actividades para desarrollar sus habilidades para hablar en público.
Para ser buen orador, no se requiere que seas perfecto y que nunca cometas un error. De hecho, entre más genuino, auténtico y vulnerable seas (atención, vulnerable no es ser débil), más empatía generas con tu audiencia. Más se pueden ellos relajar para ser ellos mismos y disfrutar de tu presentación.
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